Científicos e inventores de las más prestigiosas instituciones tecnológicas del mundo se abocaron en los últimos meses a proponer diseños de inodoros innovadores en el marco del “Desafío Reinventando el Inodoro”, un concurso de la Fundación Bill & Melinda Gates.
Para las mejores ideas el premio era bien atractivo: unos USD 3,2 millones, pero las bases de la competencia eran bastante complicadas. Los diseños tenían que ser higiénicos, sustentables y de operación barata. Fundamentalmente, los flamantes inodoros debían ser capaces de funcionar sin conexión a las redes de saneamiento, electricidad y agua. E idealmente, además, tenían que ser capaces de reciclar los desechos humanos.
La Fundación acabó premiando con USD 100 000 extra al Dr. Michael Hoffman, un profesor de Ciencias Medioambientales e Ingeniería en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), por su inodoro que convierte los excrementos en fertilizante y funciona con energía solar.
Las especificaciones técnicas del aparato ganador lo vuelven algo bastante cercano a la ciencia ficción. Para empezar, la materia fecal se almacena en un taque séptico donde atraviesa una primera etapa de sedimentación y digestión anaeróbica. Los líquidos que empiezan a flotar se sacan a través de un sifón que los mete en un reactor electromecánico.
Allí se los somete a un proceso de oxidación para separar el gas hidrógeno del agua. A partir de un elemento corriente y barato como la sal de mesa se obtiene cloro, que desinfecta el agua. Una vez pasada a través de varios filtros, esa agua podrá utilizarse para vaciar el inodoro la próxima vez, o incluso, para irrigar la cosecha.
Pero del proceso resultan otros dos sobrantes: la materia fecal sedimentada, que podrá utilizarse como abono, y el hidrógeno. El gas se almacena en células de combustible eléctrico y asiste al funcionamiento del sistema.
Fuente: BBC Mundo, 9 de octubre de 2012