Mar Antoine Castel trabaja cinco horas al día y a menudo los fines de semana y feriados, en la Oficina Municipal de agua de la ciudad que el mismo dirige. Lo hace por amor, aunque espera un día poderlo hacer por dinero.
«El que trabaje como operador de agua profesional con ninguna otra actividad adicional, se arruinaría de esta forma». Dijo con tristeza Castel, de 37 anos al hablar de la situación actual. Él se gana la vida como profesor de secundaria y como abogado.
Antoine Jean Narol también operador y compañero de Castel comparte la misma opinión. Antoine es profesor de contabilidad en la universidad local y pasa tres horas diarias en la oficina local de agua en la supervisión de los trabajadores, en la preparación de informes y en el diseño sin retribución alguna. «Si alguien sufre, ese soy yo,» dijo simplemente.
Castel y Narol participan en un experimento para convertir el agua potable en un negocio en la zona rural de Haití. Y para decirlo de forma simple, el negocio es difícil.
Durante siglos, los haitianos en las zonas rurales tenían que arreglárselas ellos mismos para obtener agua y llevarla a casa cargándola sobre sus cabezas.
Las cosas se pusieron más fáciles en el último siglo con el auge de los sistemas ingenieros de agua en construidos en su mayoría por donantes extranjeros. El agua se comenzó a llevar por tuberías desde los arroyos, manantiales y pozos. A veces el agua se desinfectaba, a veces no. Los Comités de Agua locales dirigían las operaciones.
Estos acuerdos son comunes en los países en desarrollo. Entre 1990 y 2008 se gastaron $50 mil millones en proyectos rurales de agua según estimado. Sin embargo los expertos en desarrollo han concluido que el sistema no funciona.
El costo de ejecución de un sistema de agua durante 10 años es tres veces el costo de instalar uno. Los donantes, sin embargo, casi nunca pagan por las operaciones en curso y el pago por parte de los usuarios (de existir) generalmente no es suficiente para cubrir los gastos. Además, los voluntarios tienen en muy pocos casos la experiencia necesaria para ejecutar el programa.
«En casi todo los pueblos hay algún tipo de sistema de agua, pero el 50 por ciento no funciona» dijo el especialista en agua y saneamiento del Banco Mundial, Christophe Prevost. «Dentro de tres a cinco años el servicio estará completamente destruido».
La Agencia de Abastecimiento de Agua y Saneamiento nacional de Haití, (DINEPA), está experimentando en formas para profesionalizar los sistemas rurales de agua para garantizar su continuidad.
«La idea es crear una empresa privada,» dijo Michael Merisier, Ingeniero de DINEPA para ayudar a supervisar el proyecto. «Al final, el sistema debe ser rentable. «Pero aún no se ha logrado».
Los sistemas de agua que Castel y Narol operan son unos de los 10 que se están construyendo o reconstruyendo en la parte sur del país con una donación de $10 millones del Banco Mundial. La comunidad no es dueño de la infraestructura, sin embargo sus salarios se derivan en parte de un porcentaje de los ingresos generados. Un día otros «operadores de agua profesionales» podrían llegar a ser ricos.
Por ahora, sin embargo, están trabajando gratis y muy duro tal como lo hacen los que viven en el Silicon Valley.
Fuentes de agua mejoradas
El 69 porciento de la población haitiana recibe agua potable de una “fuente mejorada” clorada y el agua les llega a través de tuberías o pozos tapados lo que evitan la contaminación. En las zonas rurales sólo el 51 por ciento de las personas han mejorado sus sistemas de abastecimiento de agua, muy por debajo de la media global de 81 por ciento de los residentes rurales y sólo un punto por encima de la tasa en el año 2000.
Fuente original en inglés: The Washington Post, The Americas, 9 de Octubre de 2012
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